Ezequiel, los días de despedidas, duerme en sus bronquios mugientes.
Sube y baja con dificultad, pero se duerme.
Eso sí, antes de cerrar sus 7 ojos le dá cuerda a su reloj despertador, al de su muñeca, a los dos que tiene en la pared, al biológico, al que perdió en Retiro y a un juguetito de una poronga saltarina, que le gusta mirar, entre risas, antes de dormir.
Cuando duerme, sueña.
Cuando sueña, vuela.
Cuando vuela, no necesita zapatos.
Cuando no necesitas zapatos, es que se durmió.
Los reyes magos le traerían zapatos de regalo.
martes, 25 de agosto de 2009
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